Cambio climático y desigualdad de género: la crisis silenciosa en las zonas rurales
Tierra Grata

Cambio climático y desigualdad de género: la crisis silenciosa en las zonas rurales

El cambio climático no solo puede ser entendido en la ya tan mencionada crisis ambiental. También refleja y agrava las desigualdades sociales y de género que siguen marcando la vida de muchas comunidades rurales. En Colombia, las mujeres desempeñan un papel crucial en estas comunidades, asumiendo responsabilidades que, en muchos casos, han sido normalizadas y poco visibilizadas.

En los territorios rurales, las mujeres contribuyen significativamente a la economía familiar, muchas veces en condiciones difíciles y con recursos limitados. Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), en 2022, el 23,7% de la población colombiana vivía en áreas rurales, y el 48,2% de estas personas son mujeres. No obstante, su rol en la agricultura y en la gestión de los recursos naturales sigue estando subvalorado y poco reconocido en términos económicos y sociales.

El cambio climático ha complicado aún más esta realidad. Las sequías prolongadas y las lluvias impredecibles afectan las cosechas y agravan la escasez de agua, lo que obliga a muchas mujeres a recorrer largas distancias para abastecerse. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en varias regiones del mundo, las mujeres rurales pueden caminar hasta 10 kilómetros diarios para recolectar agua. Este esfuerzo extra no solo pone en riesgo su salud, sino que también les resta tiempo valioso que podrían dedicar a su educación, trabajo o bienestar personal.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha sido clara al señalar que las mujeres rurales enfrentan más obstáculos para lograr independencia y estabilidad económica. Y el cambio climático no hace más que profundizar esas brechas. Según la FAO, las mujeres rurales tienen menor acceso a recursos productivos, educación y servicios financieros, lo que dificulta su capacidad para adaptarse al cambio climático y desarrollar estrategias resilientes en sus comunidades. 

No obstante, hay que reconocer la gran importancia y el papel fundamental que cumplen las mujeres en los territorios. Las mujeres rurales también son lideresas comunitarias, cuidadoras de la tierra y gestoras de soluciones sostenibles. Sin embargo, para que puedan desempeñar plenamente ese rol, es urgente eliminar las barreras estructurales que limitan su acceso a recursos, formación y oportunidades. Dichas barreras estructurales son:

Desde Tierra Grata, hemos sido testigos de cómo pequeñas acciones pueden generar grandes cambios. Programas como Agua Grata, Baño Grato e Higiene Grata no solo garantizan derechos básicos como el acceso al agua potable o a un baño seguro, sino que también alivian cargas históricas. Cuando una mujer ya no tiene que caminar kilómetros para buscar agua o puede contar con un baño digno cerca de su hogar, gana tiempo y energía que puede invertir en sí misma, en su familia y en su comunidad.

El cambio climático seguirá siendo un desafío, pero tenemos la oportunidad de decidir cómo enfrentarlo. Incluir una perspectiva de género en la lucha contra el cambio climático no es solo una cuestión de justicia social, sino también una estrategia clave para construir comunidades más resilientes y sostenibles. Si queremos un verdadero desarrollo sostenible, debemos asegurarnos de que las mujeres rurales tengan las herramientas y oportunidades para liderar ese cambio. Porque cuando una mujer avanza, su comunidad avanza con ella.

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