Educación especial y educación inclusiva: ¿antagónicas o colaborativas?

Educación especial y educación inclusiva: ¿antagónicas o colaborativas?

Dra. Mayluc Martínez*

La educación especial se entiende como una variedad dentro de la educación general, donde tienen lugar cambios o adaptaciones, a los fines de poder dar respuesta a estudiantes que se piensa presentan “necesidades educativas especiales”, entendidas como: discapacidades intelectuales, trastornos sensorio motrices o del neurodesarrollo, entre otros.

Ahora, esto puede materializarse de diversas formas o maneras:

-          A través de la implementación de diversos tipos de adaptaciones cucrriculares dentro de la clase;

-          Mediante la implementación de apoyos o la presencia de un profesional de apoyo a la escuela inclusiva;

-          Brindando servicios dentro de las instituciones educativas, relacionados con áreas psicoeducativas y/o terapéuticas, como la psicología;

-          Asistiendo a servicios fuera de las instituciones educativas, relacionados con las diversas áreas psicoeducativas.

Todas estas acciones perfectamente pueden tener lugar incluso con niños considerados neurotípicos, ya que muchos de ellos también requieren de algún tipo de apoyo.

Sin embargo, dentro del sistema educativo de algunos países, tradicionalmente se concibe la educación especial como una modalidad, lo que significa que viene a ser como una escuela paralela, a la cual asisten aquellos que no cumplen con ciertas exigencias, en términos cognitivos o conductuales.

Dichas exigencias se establecen, a su vez, en las normas y regulaciones inherentes a la educación de dicho país, tanto las de la escuela regular como de la especial. Es decir, en el currículum y en las leyes y reglamentos que se dictan en cada caso, respectivamente.

Desde cierto punto de vista, tal concepción de la educación especial podría ir en un sentido opuesto a la educación inclusiva, toda vez que supone una separación, casi una segregación, donde la mayoría asiste a la escuela regular, pero los estudiantes especiales tienen que ir a un tipo particular de instituciones.

Excepcionalmente, en algunos casos, ciertos estudiantes con una condición o diagnóstico pueden ser admitidos en la escuela regular, previo cumplimiento de ciertos requisitos, como evaluaciones de profesionales (psicólogos, neurólogos, psiquiatras, entre otros).

Decíamos que esto puede ir en contra de los principios de la inclusión, si entendemos por tal el proceso en virtud del cual se busca garantizar que todos los estudiantes sin excepción tengan acceso a la escuela, esto es: que sean admitidos y que se les proporcione una educación inclusiva de calidad, en los términos de las mejores condiciones y oportunidades posibles para participar en la construcción de su aprendizaje, independientemente de sus características o habilidades diversas.

Y es que, estando relegados a un aula especial dentro de la escuela o a una institución especial, estos niños ven limitadas sus posibilidades para aprender a interactuar en los entornos reales en los que van a desenvolverse toda su vida como adultos. Además, se elimina de plano la posibilidad de que puedan aprender a desarrollar conductas contextualmente apropiadas, mediante la observación e imitación.

Por la otra parte, los niños de la escuela regular van a aprender que hay personas que deben estar aparte en la sociedad; y esto no es tan bueno. Luego, ¿cómo se les podrá decir que deben aceptar a los demás, sin importar las diferencias, si en la misma escuela están vivenciando que tales diferencias son un obstáculo para ingresar?

Ahora bien, la educación especial y la inclusiva no tienen que ser antagónicas, pueden ser colaborativas, si la educación especial no se entiende como una modalidad, sino como una serie de apoyos dentro o fuera del aula.

Esto último puede estar referido a la asistencia a una institución psicoeducativa donde, en un contexto a la medida de sus habilidades, se trabaje en desarrollar aquellas que se encuentran descendidas; esto resultará necesario para beneficiarse efectivamente de la escuela para todos, incluso cuando esta se transforme y elimine la mayor cantidad de barreras al aprendizaje.

En este orden de ideas, entendemos la escuela especial como un puente para dar paso a la participación y el aprendizaje en la escuela. Es decir, debemos dejar de ver la educación especial como una guardería, y convertirla en un espacio donde el niño desarrolla lo que en él está ausente y/o descendido. Por supuesto, para ello debe ser colaborativa, y con énfasis en la inclusión. Sobre este punto desarrollaremos más en otro artículo.

Consideramos que todos pueden aprender juntos en la escuela, lo que implica necesariamente que exista una sola clase de escuela. Ya que, como decíamos, en la vida convivimos o debemos convivir todos juntos. Y precisamente, desde la educación inclusiva es como pensamos que se puede cimentar ese mundo donde prevalezca la igualdad, la tolerancia y el respeto a las diferencias.

*CEO de la Organización Psicoeducativa TAEO

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