

“El primer paso para superar algo es darte cuenta del problema”, le cuenta Paloma Morphy a Apple Music. “Y escribir me ha hecho ver todas las cosas que he pasado por alto y que no están bien, que me han causado daño”. Nos enseñan pronto que el dolor se desvanece, que existe en la medida en que se le permite existir. Te caes, te levantas y, cinco minutos después, nada queda. Pero aprender eso no es lo mismo que recordarlo. A veces, lo que duele se instala con la paciencia de lo que sabe que no será resuelto, con esa manera sigilosa de permanecer incluso cuando parece haberse ido. Hasta hace un par de años, Paloma Morphy dedicaba su vida al ejercicio del derecho. Un día comenzó a escribir canciones, por necesidad como si ordenar las palabras fuera una forma de hacer visible lo que hasta entonces había pasado por alto. “Cuando descubrí que podía escribir y hacer música, ya me habían roto el corazón varias veces”, cuenta. Es natural, entonces, que Au, su álbum debut, surja de esa necesidad de clarificar lo que había permanecido oculto, de revisar lo que insistía en regresar aunque ya pareciera resuelto. Desde esa óptica esperanzadora, la nativa de Ciudad de México pinta una obra con una estética minimalista, pero rica en texturas, colores y sensaciones. Secuencias de tonos graves, distorsiones vocales y melodías lo-fi son el paisaje sobre el cual Paloma muestra su oficio moldeando palabras desde una perspectiva fónica a la vez que conceptual, como una masa de cerámica que adquiere belleza desde su forma, pero también conserva valor en el fondo. “Mi única guía sea el oído”, establece. Hablamos con ella sobre su debut discográfico. Cuando se compone un primer disco, se dice que sólo incluye tus mejores éxitos porque te ha tomado toda una vida hacerlo. ¿Cómo fue en tu caso? Diría que es cierto de alguna manera. Nunca le había echado tantas ganas a nada en mi vida como a este álbum. Ya llevo un rato haciéndolo, casi dos años desde que escribí la primera canción. Se me hace muy chido pensar en lo que significa, porque realmente son las primeras rolas que he hecho… literalmente. Esta es la primera vez que tengo una interacción real con mi parte artística. Algo que se nota del disco es que tiene una herencia, una huella que viene del pop mexicano. ¿Fue una casualidad por tus influencias, o una intención artística? Pienso que solamente es quien soy. Siempre hay influencias, porque se te pega lo que escuchas y yo siempre he escuchado mucho pop. Pero algo que sí traté de hacer en este álbum es no usar referencias, nada de nada, llegar en blanco y que mi única guía fuera si me gustaba este sonido o no. Mis canciones las escribo en mi ukelele. Yo no soy música, ni un prodigio musical que sabe tocar todo. Yo era abogada y ahora soy cantante. Sé tocar algunas cuerdas en la guitarra o el ukelele y ni siquiera sé si así se tocan. Sé que me agrada cómo suena, aunque no sepa qué acorde estoy tocando. Llegaba al estudio y le decía a Pablo Stipicic, “me gusta este sonido”. Y aunque no sé de producción, lo hacíamos en conjunto. Esta falta de información de toda la teoría musical que nunca tuve hace que mi única guía sea el oído. ¿Qué posición tiene el desamor dentro de tu obra? La verdad es que hay un poco de todo, no es que todo el álbum sea triste. Pero sí, obviamente el desamor estaba presente. También hay canciones que hablan sobre mi codependencia, de todo esto que normalmente nos callamos mucho. Yo usé este disco para desahogarme. Llevaba 23 años guardándome todo y aparentando estar superbién y no sabía que tenía este recurso, que es la música, para poder expresarme y sacarlo, soltarlo y sanarlo. Entonces, fue una especie de vómito verbal, salió natural, partió de una necesidad de expresarme. Cuando descubrí que podía escribir y hacer música, ya me habían roto el corazón varias veces. No obstante, el disco también habla de otras pérdidas, adicciones, abandono, depresión, ansiedad, incluso de rechazo. Cosas que no se ven a simple vista. Sobre la estética del disco, ¿fue algo consciente cómo se escucha tu voz y cómo se fusiona con los beats? Eso fue muy increíble porque Pablo Stipicic, con quien produje este álbum, me ayudó a dejar clara la estética desde la primera sesión. Así quedó una base que está muy presente en todo el disco. Construimos el beat y mi voz quedó muy enfrente de todo. No fue algo que planeamos, la verdad se fue dando supernatural, cada canción, cada producción. Pablo me ayudó mucho, porque me encanta cómo ve la música. He trabajado sólo con dos productores estos dos años, entonces mucho de lo que yo conozco de la industria y la producción lo sé de él. La regla era: entre menos cabeza le metes, es mejor. Si sobrepiensas las cosas, empiezan a aparecer tus inseguridades y el qué dirán y ya no sabes si se está deformando la idea inicial. Y así fue con toda la estética del proyecto, así eran los demos. Cuando tratábamos de llevar las canciones a otro lado, siempre acabábamos regresando a lo mínimo. ¿Cuál consideras que es la misión de un proyecto como este? Es un disco que habla de temas fuertes. A mí me hizo darme cuenta de muchas situaciones. Siento que el primer paso para superar algo es darte cuenta del problema, y escribir a mí me ha hecho ver todas las cosas que he pasado por alto y que no están bien, que me han causado daño. Es algo que a la gente tal vez le va a pasar escuchando estas canciones. También tiene un final positivo, donde quizás sí la estoy pasando mal, pero poco a poco voy a estar bien. Pienso que, si eso me está ayudando a mí a salir de un punto muy bajo de mi vida, le puede servir a otras personas. Eso para mí sería misión cumplida.